jueves, 27 de noviembre de 2014

Percontari Nº 3



Iluminando las penumbras

El desafío de meditar sobre temas que afectan nuestra existencia nos incumbe a todos. Si cada uno comprendiera que, gracias al razonamiento, la crítica y el debate, resulta posible mejorar como persona, nuestra realidad sería más grata. No me refiero sólo a una dimensión individual; esto es importante, pero no se trata de lo único que merece atención. Para resultar placentera o, por lo menos, tolerable, la convivencia con los demás exige que no despreciemos el oficio de pensar. Este quehacer, generosamente reivindicado por Julián Marías, es el que permite la fijación de límites, sin los cuales una vida en común sería imposible. Cuando esas restricciones, que nunca deben ser opresivas, se levantan sin respeto al hombre y su espíritu crítico, la sociedad no mostrará sino un horizonte tenebroso. Así, queda claro cuál es ese recurso que, aunque no sea infalible, ayuda en esta singular aventura de vivir.
Desde los primeros años, a través de autoridades que el mundo nos presenta, se intenta nuestro rechazo al mal. Cualquiera de sus manifestaciones, en el ámbito público o privado, tendría que originar una condena inmediata. La idea de normalidad sería concebible únicamente cuando se consumara esa reprobación; caso contrario, estaríamos frente a una conducta irregular, anómala, censurable. Sin embargo, vale la pena preguntar acerca de los fundamentos del veto, las causas que provocan ese rechazo mayoritario. Siendo uno de los principales criterios que, procurando evitarla, usamos para regir nuestros actos, la maldad no puede quedar exenta del análisis. Merced a estos menesteres reflexivos, se ha tenido la fortuna de avanzar, relegando prácticas que ya justificaban nuestra repulsa.
En las páginas que alberga este número, nuestros colaboradores escriben acerca del mal. Como era previsible, su ingenio ha sido explotado de tal modo que nos regalan ensayos indiscutiblemente útiles para considerar la cuestión. Con certeza, los textos brindan lo necesario a fin de afrontar esa problemática. Sin el ánimo de pontificar, se aguarda que quienes nos lean abandonen la indiferencia al respecto. Si bien ésta es, en opinión del magistral José Ferrater Mora, una forma de afrontarlo, debe ser entendida como la menos deseable. El desdén ante las perversidades puede costarnos hasta la vida. Convendrá siempre percatarse de su presencia y enfrentarlas sin tibiezas.

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