sábado, 27 de mayo de 2017

Percontari Nº 13


https://drive.google.com/file/d/0B_wfQk168D99Rm53QjE4R25KRFE/view?usp=sharing

Frente al pesimismo y la candidez

En el análisis que realiza de la cultura occidental, Emmanuel Berl opta por negar igualmente autoridad a pesimistas y optimistas. Desde su perspectiva, las experiencias que hemos acumulado hasta el momento estarían en condiciones de motivar ambas posiciones. En efecto, así como, con facilidad, podemos encontrar más de una razón para subrayar la perversidad e infamia de los hombres, es también posible conmoverse frente a las acciones del prójimo. No negamos que hubo esa monstruosidad mayúscula de Auschwitz ni, menos todavía, las hambrunas o los abusos originados en el ejercicio arbitrario del poder. Cualquier época, incluyendo la de los Antoninos, tan apreciada por Gibbon y Octavio Paz, sirve para notar injusticias. Con todo, la mirada puesta en el pasado no conduce siempre a la decepción. Porque es asimismo factible que recordemos la celebración de armisticios, los derechos humanos, incluso las obras maestras, cuya existencia demuestra cuán valiosa puede resultar nuestra especie. El abandono y la censura del esclavismo, en su vigencia contemporánea, entre otras postura éticas, abonan una esperanza, así sea moderada, en lo venidero.
Pero el reconocimiento de mejores circunstancias en las cuales podamos desenvolvernos, sea como individuos, personas o ciudadanos, no debe implicar que olvidemos los riesgos del estancamiento y la regresión. No tenemos ningún mandato genético que, una vez aprendida la lección del genocidio, por ejemplo, descarte cualquier reincidencia en ese campo. Es verdad que la educación puede ser muy útil para evitar esas reiteraciones; se trata de transmitir una cultura favorable a nuestra convivencia, más aún, a cada hombre, libre y digno. No obstante, la iluminación en estas materias nunca termina, pues el error jamás se hallará fuera de nuestro alcance. Lo que puede alentar el cometido es la capacidad reflexiva de quienes nos acompañan en estos quehaceres impuestos por la vida. Por supuesto, no hay aquí sitio para la inocencia. Está claro que, en considerables casos, tener una discusión racional sobre diversos males, tanto presentes como pretéritos, puede ser inviable.
Es indudable que varias décadas del siglo XX alimentaron la desconfianza en el perfeccionamiento del hombre, quitando respaldo a quienes lanzaron sus entusiastas predicciones mientras nuestro avance parecía irreversible. En esta centuria, no tuvimos un gran inicio, puesto que, una vez más, la violencia y el dogmatismo dejaron sentir su presencia. Empero, este oscurantismo renovado, usuario de las nuevas tecnologías, pero asimismo favorecido por innúmeras frivolidades, debe ser considerado en su justa dimensión, sin dirigirnos a conclusiones erróneas sobre la realidad. Es uno de los propósitos que se persiguen en las siguientes páginas. Desde luego, existen párrafos que llevan la marca del optimismo, aunque también tienen el signo contrario; en cualquier caso, la crítica continúa siendo nuestro común denominador.